Casi sin presentirlo, la misma sensación me recorrió el cuerpo. La falta de aire, la oscuridad, la opresión en el pecho… la misma angustia. Recordé el pelo rojo furioso, y los ojos lagrimeando, la impotencia, el frió que sentía, el nudo incontenible en la garganta. La mano del hijo aferrándose a la de ella, el gesto de cariño, el acompañamiento dentro de la más infinita tristeza. Ahí, en donde la ausencia lo envuelve todo.
viernes, 13 de julio de 2007
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